Decía nuestro querido padre y fundador Joseph Kentenich: "La soledad es fecunda"; yo aún diría más: "El silencio es fecundo". Ese silencio (de cuerpo y alma), que conlleva un autoconocimiento, una meditación profunda y una madurez oportuna, unas palabras sinceras y afectuosas con Dios y, por consiguiente, una paz y serenidad que sólo pueden tener su origen Ahí Arriba...
[Esto lo digo desde la experiencia: desde la mía propia personal interior, y de la de verme reflejada en ciertas caras de angustia y desesperación "moderadas" de ciertos profesores, si no son casi todos...]
Decía mi ex-profe Montse: "no me extraña que tengan miedo al silencio. Igual si se escuchan a sí mismos..."
Decía mi amiga Ana: "cada cosa tiene su belleza, pero no todos saben verla, cállate y escucha"...
Cuánta razón teníais los tres...

Mas... no desesperéis, ya que, al fin al cabo, siempre tenemos la oportunidad de ponerle un esparadrapo al mundo ;)